Hace unas semanas la Real Academia Española incorporó el concepto de mamitis como “excesivo apego a la madre”. Esta definición ha provocado un buen revuelo en las redes sociales, sobre todo en aquellos perfiles orientados a la maternidad y la crianza.
Esta situación hizo preguntarme qué significa exactamente ”apego”. Si volvemos a la RAE define la palabra como: «afición o inclinación hacia alguien o algo«. En cambio, si buscamos la definición en lugares más orientados a la psicología lo definen como el vínculo efectivo más fuerte que siente el ser humano hacia otros iguales produciendo placer y buscando el acercamiento en los momentos de angustia e inseguridad.
Entonces, ¿cómo se puede desarrollar un vínculo efectivo excesivo? ¿A quién podría amar más a una criatura que a su madre? Ya sé que popularmente el concepto de mamitis se ha utilizado cuando una criatura quiere siempre a su madre, pero cuando se estudia el vínculo materno-filial se descubre que el apego tiene su motivo evolutivo.
La evolución de nuestra especie ha provocado que las crías nazcamos muy inmaduras. Si realmente tuviéramos que nacer con el grado de maduración similar a otros mamíferos, el embarazo de una mujer duraría demasiado para poder parir a la cría. Este «sacrificio» fue provocado por la bipedestación y por el desarrollo cerebral. Es decir, no podemos tener un cerebro tan grande, andar de pie y tener recién nacidos maduros.
Entonces, la evolución provocó que el vínculo entre la madre y el recién nacido fuera extremadamente fuerte: la cría no puede sobrevivir sin su madre y la madre se siente extremadamente atraída a cuidar a su cría. ¿Quién ayuda a provocar ese vínculo? Principalmente la oxitocina. Esta famosa hormona presente durante el parto es también la responsable de esta fuerte relación bidireccional.
La oxitocina es una hormona cerebral que participa en conductas sociales tan humanas como la empatía, la confianza, la generosidad o la compasión. Y también es la que provoca esa sensación de enamoramiento hacia las personas, sea la pareja o el hijo. Los mamíferos, y sobre todo los niños, conseguimos la seguridad frente a amenazas mediante el desarrollo de vínculos con los demás, es decir, mediante la oxitocina.
Durante la década de los 90 se estudió esta relación materno-filial, conocida como «la Teoría del Apego«. Se definió como un imperativo biológico que permitía explicar la naturaleza del vínculo emocional que, desde el nacimiento, establece al bebé con sus cuidadores. También pudieron definir cuatro tipos de apegos:
1) El seguro: Aparece cuando existe un equilibrio entre el impulso de explorar y la búsqueda de protección cuando existe una dificultad.
2) El ansioso o ambivalente: Aparece cuando la criatura está demasiado preocupada por la separación de la madre y no hay exploración.
3) El evitativo: Aparece cuando la criatura no se les ve afectado por la separación de la madre y continúa con la exploración. La indiferencia superficial de la criatura podría reflejar una acomodación defensiva en el rechazo de conexión que expresado su madre.
4) El desorganizado: Aparece cuando el cuidador se considera simultáneamente como base segura y como fuente de peligro. La criatura vive impulsos contradictorios de aproximación y evitación.
Entonces, ¿dónde colocamos la mamitis? ¿Cuál de estos tipos de apegos hace referencia un exceso de relación entre la madre y el bebé?
Reflexionemos. Pensamos con la relación que existe entre este recién nacido y su madre antes hacer algunos comentarios, antes de pedir coger a la criatura, antes de hacer una visita inesperada… Reflexionemos antes de la importancia de esta relación, de ese enamoramiento que debe producirse entre la madre y el bebé.