Ahora que ya se aproxima la navidad y los supermercados lo han anunciado llenando las estanterías de bombones y turrones, quiero dejar algunas reflexiones sobre el azúcar. Para empezar debemos saber la reacción que hace éste en nuestro cuerpo y así entender por qué puede llegar a provocar tanta adición.
Cuando se consume un alimento cualquiera se divide en los distintos componentes que lo forman para poder absorber los nutrientes durante la digestión. En el caso del azúcar esta descomposición está totalmente vacía, ya que está privada de impurezas, vitaminas, minerales y otros elementos vitales; es únicamente sacarosa pura y artificial. La presencia de esta sustancia se dirige también al cerebro provocando la liberación de dopamina, un neurotransmisor que activa el sistema de recompensa y genera una sensación de placer.
El cuerpo buscará siempre los alimentos dulces como el azúcar porque pueden absorberse y convertirse en energía de forma rápida. Además, la aportación de esta energía obtenida es premiada por el cerebro generando buenas sensaciones. Entonces, ¿qué más se puede pedir?
Sin embargo, el mayor problema aparece cuando el consumo de azúcar se prolonga en el tiempo. Este hecho lleva a una presencia de dopamina permanente provocando una mayor excitación de las vías de gratificación del cerebro y la necesidad de mayor azúcar para activar los receptores de dopamina del cerebro, como antes. El cerebro se vuelve tolerante al azúcar y, por tanto requiere mayores cantidades para prolongar el efecto. Es en este punto en el que podemos hablar de la adición.
En las siguientes imágenes se visualiza la adicción del azúcar en el cerebro:
Pero el mayor problema actualmente no es la reacción que provoca el azúcar en nuestro cuerpo, sino la presencia de esta sustancia en muchos de los alimentos que ingerimos habitualmente, haciendo que estos productos sean cada vez más sabrosos y adictivos. Si pensamos en nuestros antepasados, la presencia del azúcar estaba presente en pocos alimentos y éstos eran difíciles de conseguir. Esto nos ayuda a entender por qué el cuerpo desarrolla esa reacción, esa adición.
La OMS recomienda reducir la ingesta de azúcares libres a menos del 10% de la ingesta calórica total, que se considera la suma de las calorías consumidas a diario a partir de los alimentos y las bebidas, y que está alrededor de 2.000 kilocalorías. La parte más curiosa de esta recomendación es que en los turrones encontramos ya de 30 a 60 gramos de azúcares en 100 gramos del producto.
Entonces, yo me pregunto…
¿Necesita realmente nuestro cuerpo tanta glucosa para funcionar? ¿Es ésta la causa de la obesidad o hay otros factores?
¿Es real la adición al azúcar en la sociedad? ¿Qué placer nos proporciona? ¿Hay situaciones de estrés emocional/psicológico/laboral… en las que el azúcar es quien nos da serenidad?
¿Estamos volviendo a nuestros niños/jóvenes adictos al azúcar desde pequeños?
Aquí os dejo estas preguntas para reflexionar durante la Navidad.