Los temas que escribo por aquí siempre tienen alguna relación con lo que estoy viviendo, leyendo o estudiando. A partir del último libro que he leído, me pareció interesante compartir esta reflexión.
Según el libro, la leche materna es pobre en hierro, pero mencionaba que este mineral se absorbe muy bien por parte del bebé. A mí me surgió la duda de: ¿cómo podía ser pobre en un mineral tan importante, siendo la leche materna un alimento creado y adaptado después de años de evolución a las necesidades de las crías? ¿Es pobre en hierro cuando se compara en qué referencias?
A veces la información debe contrarrestarse y la explicación de esta situación se debe a que se ha visto que un exceso de hierro en los bebés podría alterar la microbiota y facilitar la diarrea. Además, durante la gestación, la criatura tiene mayor cantidad de glóbulos rojos, que son los que almacenan el hierro, y mayor facilitar para almacenarlo. Así que la mayoría de bebés no tienen un problema con el hierro al nacer porque tienen los depósitos llenos, aunque la leche materna sea pobre en este mineral. Los estudios que se han hecho demuestran que estos depósitos se agotan entre los 6 y los 12 meses del nacimiento, aunque debe especificarse que estos estudios se realizaron cuando el pinzamiento del cordón umbilical se hacía justo nacía la criatura. Hoy se sabe que dejar que la sangre del cordón pase totalmente al bebe, asegura unos buenos depósitos de hierro.
Buscando toda esta información, también he encontrado que el hierro tiene un ritmo circadiano. Ya escribí cómo la melatonina de la leche iba variando a lo largo del día para transmitir al bebé cuando era necesario conciliar el sueño o cuando debía estar despierto. Entonces con el hierro ocurre exactamente igual, hacia la tarde los valores comienzan a bajar y se recuperan hacia la noche. El estudio mencionaba que esta variación circadiana no se producía en mujeres con déficit de hierro.
Y termino… ¡Cada día me sorprendo más del cuerpo humano!