«Una de cada seis parejas en edad reproductiva, según la Sociedad Española de Fertilidad, tienen problemas de fertilidad en nuestro país»
Cada vez se lees más artículos en la prensa sobre la infertilidad, pero debemos ser conscientes de que también se encuentran realidades como esta: «Crece el número de madres que tienen hijos con más de 40 años en Menorca: ya son una de cada diez».
La biología humana se ha diseñado para empezar a maternar en una edad temprana, pero el desarrollo de la sociedad en la que vivimos va en dirección contraria. Actualmente, la maternidad se plantea a partir de los 30 años cuando ya existe una cierta estabilidad económica, una casa en propiedad y, si se considera necesario, una pareja. La maternidad llega después de unos años de estudiar, unos años de trabajar y unos años de viajar; después de todo esto una mujer puede empezar a plantearse ser madre.
Pero, ¿dónde queda la biología reproductiva? Queda en segundo plano pensando que nunca es tarde y que, si aparece una dificultad, la reproducción asistida será la solución. Y debemos ser conscientes de que la reproducción asistida tiene un componente empresarial y la mayoría de clínicas buscan resultados positivos con independencia de cómo llegar a ellos. Con estas palabras no quiero que se me malinterprete, pero me gustaría que reflexionáramos sobre las implicaciones que tiene la reproducción asistida por la mujer.
El ciclo menstrual de la mujer consiste en una cascada hormonal que se inicia en el cerebro con el objetivo de madurar y desarrollar el mejor óvulo. El resto de óvulos que han iniciado la maduración, pero no han sido suficientemente buenos, se atrofian. Todas las mujeres nacen con un número concreto de óvulos que determina la edad aproximada de entrar en menopausia.
Las técnicas de reproducción asistida provocan una mayor estimulación con el objetivo de conseguir aquellos óvulos que se iban a atrofiar. Posteriormente, analizan los óvulos obtenidos por saber cuáles son viables por la fecundación. Existen diferentes técnicas para producir esta fecundación: inseminación artificial (introducción de una muestra seminal en el interior del útero), FIV (los óvulos se juntan con los espermatozoides en una placa de laboratorio), FIV-ICSI (microinyección de un espermatozoide en un óvulo en una placa de laboratorio) y FIV-DGP (análisis genético de los embriones antes de la introducción).
Implica un exceso de hormonas que pueden tener efectos secundarios en la salud a corto o largo plazo, implica cambios con las relaciones afectivas, implica muchas pérdidas gestacionales previas y, durante el proceso de reproducción asistida, implica aceptar las expectativas frustradas…
La estadística nos dice que se necesitan 8 óvulos y 4,9 embriones para conseguir un embarazo en un ciclo de FIV, que la mayoría de mujeres deben vivir 3 FIV para conseguir un embarazo y que el 23% de los embriones de las técnicas de reproducción asistida terminan con embarazos ectópicos o abortos.
Los datos estadísticos de las técnicas de reproducción asistida no son muy favorables, sin embargo, seguro que tenemos alguna amiga, familiar, conocida o nosotras mismas que hemos recurrido a estas ayudas. Me gustaría que en un momento de intimidad reflexionáramos sobre las implicaciones emocionales del proceso: ¿cómo viví este proceso?, ¿cómo fue la comunicación con la pareja? Si logré un embarazo, ¿cómo lo viví?
Y si no has llegado a este punto, reflexiona con la pareja hasta dónde deseas llegar si aparecen dificultades: ¿qué tipo de técnica queremos?, ¿cuántos ciclos de estimulación deseas hacer? Pueden parecer preguntas que anticipan un problema, pero a veces es mejor mirar la situación desde la distancia y pensar que siempre podreis cambiar de opinión.